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jueves, 18 abril 2024
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Tratamiento nutricional para el hígado graso

 

-Restricción de fructosa-

El alcohol es el contenido de las bebidas y alimentos que más se asocia a hígado graso. La abstención del mismo debe ser la recomendación principal para los pacientes con hígado graso no alcohólico.

El hígado es el principal órgano que se encarga del metabolismo de otro componente asociado al hígado graso: la fructosa. Esta molécula es un componente importante en la dieta occidental, la cual favorece la creación de grasa en el hígado y ácidos grasos libres, desarrollando el hígado graso.

La fructosa es un monosacárido típicamente encontrado en los edulcorantes, como la sacarosa (50% fructosa, 50% glucosa) o jarabe de maíz con alto contenido de fructosa (42 o 55% de fructosa, con el resto de glucosa).

La ingesta de fructosa ha incrementado en Estados Unidos junto con un incremento paralelo de obesidad, síndrome metabólico e hígado graso no alcohólico. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el consumo de fructosa era de 24 gramos al día, en 1970, era de 37 gramos al día y para el año 2000, de 49 a 75 gramos al día.

 

Aproximadamente el 33% de la ingesta de fructosa proviene de bebidas endulzadas artificialmente y jugos de frutas. En estudios previos, se ha observado que la importancia de ingesta de fructosa en esta forma de presentación (bebidas), el aumento del desarrollo de hígado graso y la grasa visceral.

 

En adultos estudiados con dietas altas en carbohidratos durante 10 semanas, el metabolismo de las grasas y los carbohidratos se encuentra alterado en los que consumieron más fructosa, comparados con los que consumían más glucosa. Además, estas dietas aumentan los niveles de lípidos en sangre, resistencia a la insulina, reducción del HDL (colesterol bueno), entre otros. Desafortunadamente, los mismo hallazgos se presentaron en niños con una dieta similar.

Incluso, la fructosa no sólo aumenta el hígado graso, sino también promueve la fibrosis y daño hepático, especialmente en adultos mayores. En otro estudio realizado, se observó que el consumo de al menos una porción de fructosa al día duplicaba el riesgo de fibrosis del hígado, aún cuando se disminuían los otros factores de riesgo ya conocidos para desarrollarlo.

El consumo de fructosa se asoció también a inflamación y distensión del hígado (indicadores de daño progresivo de las células hepáticas); la contribución de esta molécula para el daño del hígado varía con los genes y las comorbilidades de cada individuo, asociándose en mayor grado el desarrollo de hígado graso en latinos y en niños.

Fuente:

 

1. Perito E, Rodriguez L, Lustig R. Dietary Treatment of Nonalcoholic Steatohepatitis. Curr Opin Gastroenterol. 2013;29(2):170-176.

 

Artículo de Divulgación revisado y adaptado por el Dr. Jorge Luis Poo. Hepatólogo Clínico, miembro del Comité Editorial de tu portal AMHIGO y fundador del Grupo Mexicano para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas.