Psicoterapia y Terapia Emocional
La terapia psicológica en pacientes con enfermedades hepáticas crónicas es un complemento a la terapia nutricional, a la terapia farmacológica o bien a la terapia física. La psicoterapia es el tratamiento que tiene como objetivo el cambio de pensamientos, sentimientos y conductas.
A menudo, los pacientes y familiares experimentan “un shock” cuando de detecta una enfermedad que puede cambiar la expectativa sobre la vida cotidiana, sobre el pronóstico de sobrevida o la necesidad de acceder a tratamientos costosos.
Los síntomas habituales son las siguientes:
- Angustia
- Miedo
- Tristeza
- Llanto fácil
Por ello, es importante que los pacientes conozcan las fases de adaptación ante una “pérdida” que son muy parecidas a las fases de “duelo” al perder a un ser querido. De acuerdo al modelo de Kubler Ross se incluyen las siguientes 5 etapas:
- Negación
- Ira
- Negociación
- Depresión
- Aceptación
Cada una de las etapas tiene su ritmo, su complejidad y no es posible precisar sobre su duración, ya que cada persona reacciona y responde de manera diferente, por cuestiones culturales, sociales y/o religiosas.
La labor del psicoterapeuta se enfoca a generar un ambiente propicio para que el paciente exprese sus sentimientos a través de la confianza y la empatía, que permita la construcción de una sólida alianza de trabajo. Sobre esta base la función inicial del terapeuta será comprender lo que le pasa al paciente, y darle forma al modo particular de vivir la enfermedad. El terapeuta valida la experiencia del paciente y lo ayuda a expresar sus sentimientos y creencias, es decir favorece las condiciones para que el consultante “cuente su historia”. Sólo el paciente podrá transmitirle en qué le resulta difícil hacerle frente a su dolencia, qué teme, qué lo desanima o desalienta.
Al mismo tiempo, el profesional necesita saber con qué cuenta el paciente para mejorar su condición a través de un tratamiento psicológico. Esta información le permitirá establecer los alcances y límites de la intervención. Así es que el terapeuta evalúa los recursos de los que dispone el paciente y su contexto. Tanto para comprender el problema como para conocer los recursos, se vale de otros medios tales como las pruebas psicológicas de evaluación o la interconsulta con otros especialistas si lo juzga necesario, tales como asistentes sociales, psiquiatras o terapeutas familiares.
>Una vez que ha reunido la información para conocer la situación, el terapeuta dispone de un diagnóstico de situación que le permite establecer un plan dirigido al desarrollo de habilidades de afrontamiento, que sea suficientemente flexible como para adaptarlo a los cambios que puedan suscitarse en función de la enfermedad. En todos los casos acuerda con el paciente tanto los objetivos como los medios para alcanzarlos.
El afrontamiento es el concepto general que describe las estrategias para lidiar con la amenaza. Estas estrategias se activan siempre que existe una brecha entre la extensión de los recursos evaluados por la persona como necesarios para manejar una situación y la de los recursos disponibles. El afrontamiento es evocado cuando esta brecha de recursos es amplia, pero menor que en el caso de la desesperación, frecuentemente caracterizada como desesperanza/indefensión y más que en el caso de un mero desafío, que se experimenta generalmente como “podría manejarlo si lo intento con la fuerza suficiente”. Es importante destacar asimismo que la forma en que los pacientes afrontan sus emociones puede tener efectos adversos respecto de la adherencia al tratamiento y la calidad de vida en general.
La investigación indica que no existe un mecanismo de afrontamiento específico considerado como el mejor, porque la efectividad de la estrategia depende de: a) las características personales y b) la etapa de la enfermedad y los problemas que enfrenta el paciente. Sin embargo, parece justificado asumir que la cantidad y variedad de mecanismos de afrontamiento que una persona tiene a su disposición, constituye una mejor garantía para la adaptación que un mecanismo de afrontamiento específico, más allá de lo eficaz que éste pueda ser.
Los cinco objetivos más importantes de las intervenciones son:
1Superar la crisis
2Resolver problemas
3Psicoeducación para la salud
1Desarrollar estrategias adaptativas
5Promover la supervivencia.
1. Superar la crisis consiste en ayudar al paciente a través de las fases más difíciles de la enfermedad y el proceso del tratamiento. Es una especie de “primeros auxilios psicológicos” y supone aplicar una variedad de procedimientos orientados a resolver la situación de emergencia específica (por ejemplo: el impacto debido a la revelación del diagnóstico o el descubrimiento de la recurrencia de la enfermedad, intentos suicidas, abandono del tratamiento). El estrés, la intensidad emocional de las reacciones, el miedo intenso, la sensación de no poder continuar o sentirse abatido, son algunas de las características de la crisis. La resolución satisfactoria de la crisis puede ayudar a prevenir reacciones de estrés tardías y trastornos de adaptación, trastornos por estrés postraumático y nuevas crisis.
2. La resolución de problemas es diseñada para ayudar al paciente a resolver situaciones típicas de laenfermedad –o del tratamiento- tales como decidir si comunicar ciertas noticias a otros y cómo hacerlo (por ejemplo: padres, parejas, hijos, colegas del trabajo), o si continuar trabajando durante el tratamiento. Algunos de los problemas de los pacientes pueden existir desde antes de la enfermedad, pero se exacerban durante la misma (por ej.: tensiones familiares vinculadas a conductas de la pareja o finanzas).
3. La psicoeducación para la salud es diseñada para proveer al paciente de información y habilidades que le permitan un óptimo uso de los recursos y servicios médicos y minimizar al mismo tiempo dificultades evitables. También incluye habilidades para obtener y evaluar la información médica, asistencia para clarificar errores de percepción o desinformación y sugerencias para mejorar la comunicación médico-paciente.
4. Las estrategias adaptativas están dirigidas a reducir lo máximo posible el malestar psicológico durante el curso del tratamiento o períodos de remisión, controlando la ansiedad y depresión a largo plazo; reducir sentimientos de soledad, aislamiento y desesperanza; mejorar las habilidades de afrontamiento incrementando el nivel de la calidad de vida y en la medida de lo posible, promover el crecimiento personal.
5. La promoción de la supervivencia física apunta a utilizar los procesos psicológicos para mejorar las posibilidades del paciente de una mayor sobrevida o extender los períodos libres de enfermedad. Incluye el auto-monitoreo de signos y síntomas para buscar la ayuda adecuada en el momento oportuno y la adhesión a tratamientos. A veces, este objetivo se considera como reforzador del sistema inmunológico del paciente.
Algunas de las técnicas del modelo cognitivo que se aplican en estas condiciones clínicas son:
a) el diálogo socrático, para alentar al paciente a generar nuevas ideas a través de preguntas tales como: “¿Qué sucedería si...? ¿Me podría contar más cómo fue...?
b) el automonitoreo de pensamientos y sentimientos, para identificar distorsión de ideas, tales como evaluar las situaciones en términos de blanco o negro. Por ejemplo: “Mi familia nunca van a entender mis necesidades”.
c) la reorientación de la atención. Cuando ciertos pensamientos dolorosos se instalan en forma de rumiación, se promueve que el paciente pueda dirigir su atención hacia nuevos focos que lo distraigan, para luego retomar esas ideas desde una perspectiva diferente y generar nuevas formas de interpretación.
d) la reatribución, por la en lugar de autoinculparse por problemas que escapan a su control, los pacientes identifican los diversos factores que contribuyen al problema. Por ej. cuando el paciente dice: “Esta enfermedad se produjo por culpa mía, no debería haber permitido que el estrés afectara tanto mi vida”.
En los últimos años ha surgido un gran interés por el estudio y la aplicación de terapias basadas en la atención plena o “Mindfulness” en pacientes con enfermedades físicas crónicas. El procedimiento se basa en la necesidad de prestar atención a las interacciones de mente, cuerpo y conducta en los esfuerzos para comprender y tratar la enfermedad. Reúne un conjunto de técnicas dirigidas a la toma de conciencia sin juzgar la experiencia, tanto interna como externa y centrada en el presente. En este proceso, los pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas que aparecen en el campo atencional se aceptan tal cual son. “Mindfulness” aumenta el reconocimiento de los sucesos mentales presentes, una actitud de aceptación de la propia experiencia e introduce un espacio entre la percepción y la respuesta que favorece la reflexión.
Existen muy diversas formas de meditación, sin embargo, hay un cierto consenso en la distinción de estos dos componentes centrales en Mindfulness: mantener la atención centrada en la experiencia inmediata del presente y una actitud de apertura, sin juicio crítico.
En el campo de las enfermedades físicas es especialmente útil para la reducción del estrés al combatir la lucha con los propios sentimientos.
El objetivo no es lograr un estado de relajación aunque puede ser un efecto de la misma, sino promover la comprensión de sí mismo y una actitud de auto-aceptación.
Se ha investigado en una variedad de afecciones tales como cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes fibromialgia, psoriasis, y también en el dolor crónico.
Al mismo tiempo que busca aliviar su malestar y lograr una mejor adaptación a la enfermedad, el paciente tendrá el desafío de desarrollar tareas de índole existencial, destinadas a la creación de significados que preserven lo máximo posible un sentido de competencia personal, le permitan hacer el duelo por la pérdida de la identidad previa a la enfermedad, y mantener un sentido de continuidad entre el pasado y el futuro. En esta búsqueda, el terapeuta favorecerá la exploración de nuevas perspectivas y posibilidades, lo que lleva muchas veces a reencauzar o poner en marcha proyectos de vida. Esta alternativa supone que la persona confíe en que puede disponer de los recursos personales y sociales para desplegarlos, es decir, de la fuerza para emprender el cambio que se desprende de una nueva visión de las cosas.
La tarea planteada es uno de los mayores desafíos de la enfermedad y se apoya en la inagotable capacidad de la imaginación humana, que permite reorganizar los comportamientos, descubrir valores, y sentirse capaz de liberarse del determinismo o el “fatalismo” de la situación.
Finalmente, es fundamental recordar que su médico especialista es su mejor aliado para decidir a que psicoterapeuta acudir. Pregunte y dese la oportunidad de “abrir la puerta” de este tipo de apoyo que le ayudará a confrontar la ansiedad o la depresión.
Referencias
- Gómez B, Aigle F. Terapia cognitiva para trastornos psicológicos asociados a enfermedades físicas crónicas. 2010.
- Kubler-Ross E. On grief and grieving: finding the meaning of grief through the five stages of loss. Nueva York. Simon and Schuster.2005.
- Carnwath T y Miller D. Psicoterapia conductual en atención primária : Manual práctico. Martinez Roca. Barcelona. 1989.
Material Didáctico:
Dra. Fernanda García Alvarado.
Comité Editorial Amhigos del Hígado