Especialistas

¿Te imaginas vivir en un país donde el sedentarismo voluntario o involuntario, la mala alimentación o pobremente balanceada, los malos hábitos en el estilo de vida y una mala educación en temas de salud y bienestar estén condicionando estragos en la salud y calidad de vida de sus habitantes? Pues, te tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena, es que no hay necesidad de imaginar el porqué. La mala, es que esto ya forma parte de nuestra penosa y lamentable realidad.

Estimados lectores, en esta ocasión abordare la forma de evaluar el consumo riesgoso de alcohol. En estos tiempos, como es sabido el consumo de alcohol en hombres y mujeres, jóvenes, muy jóvenes y sujetos de la tercera edad es cada vez más frecuente, muchos pacientes tienen el diagnostico de alcoholismo, que es una adicción y no un vicio y deben ser tratados. La gran mayoría de los bebedores niega ser alcohólico y se etiqueta a sí mismo como bebedor social; la repercusión que tiene el consumo riesgoso de alcohol va desde problemas familiares, en el trabajo y por supuesto el impacto en su salud/enfermedad.

Mi buen amigo Prudencio, me comentó un día “… mi casa es mi espacio, mi morada, mi refugio…” Por muchos motivos, nuestra casa resulta muy querida y poco a poco aprendemos a cuidarla. Las casas de los diversos seres humanos se parecen, ya sea la casa de un habitante de Noruega, de Colombia o de Toronto. Todas tienen al menos una puerta de entrada, un vestíbulo, una sala, un comedor, una cocina, baño y al menos un cuarto-recámara. Podrán variar en distribución o tamaño, pero todas se parecen e incluso seguramente se parece a la tuya.