MÉDICO DE ALTO RIESGO EVOLUCIONA MUY BIEN A PESAR DE INFECCIÓN POR COVID-19
- Escrito por Salvador
- Publicado en Testimonios

Parece la crónica de una noticia esperada, tal vez imaginada en sueños y favorecida por recorrer las huellas de tantos enfermos y tantos muertos acumulados. Me llamo Salvador, soy médico y trabajo en el Sistema de Salud Gubernamental, como funcionario, muy ligado a temas de planeación y ejecución de programas preventivos y operativos de uno de los estados más poblados del país. Había logrado acumular una gran experiencia en las pandemias previas de Influenza y otras infecciones graves que en general me sentía acostumbrado a la sana distancia, al uso de geles y de cubre-bocas. Mi vida laboral sin duda es intensa, cargada de informes por leer y decisiones que tomar, frecuentemente navegando entre duras realidadades e incertidumbres sobre el devenir del otro día. Labor dura, estresante, pero a la vez reconfortante, navegando entre retos y satisfacciones. De mi historial médico destaco mi edad, 61 años, historia de cirugía de cadera y de safenas, por mala circulación. En el 2015 presenté un infarto al miocardio, con identificación de un gran coágulo en coronarias que afortunadamente se logró extraer, dejando a mis arterias limpias. Se me detectó además hipertensión y desde ese entonces tomo enalapril y ribaroxaban.
Les narro como inició todo y luego como continuó.
- Era un martes día frío y un poco lluvioso. Empezó con la llegada de un dolor faringeo extraño, como una sensación de resequedad, que atribuí a excesos de habla en reuniones y reuniones. Me sentía muy cansado, fatigado, mucho más que lo usual para mi jornada laboral. Había escuchado tantas historias de colegas y colaboradores infectados que decidí hacerme la prueba de COVID-19. Ese mismo día, por la noche, supe el resultado: prueba POSITIVA. Tengo infección por COVID-19. Mi mujer, también médico, también resultó positiva. Dijimos, tenemos COVID-19.
- Mi primera pregunta fue: ¿qué vamos a hacer? ante este panorama plagado de noticias alarmantes, particularmente en personas como yo, a mi edad y con mis antecedentes. Esa primera noche hable largo y mucho con mi mujer. Oramos juntos, cosa que hacemos con frecuencia por separado, pero esa vez lo hicimos juntos. Sentimos que diosito estaba por allí. Me sentí muy reconfortado. Planeamos cómo organizar la casa, el sitio de confinamiento, el aislamiento de las hijas pequeñas, la alimentación, los estudios, los medicamentos.
- Al día siguiente me hice todas las pruebas que me recomendó nuestro médico (biometría, multiquímico, proteína C reactiva, ferritina, dimero D, DHL, tele de tórax, tomografía).
- Inicié tratamiento, de manera temprana, sin esperar a complicarme.
- El dolor faringeo me duró 3 días; el malestar del cuerpo me duró 5 días, aunque con intensidad variable. Mi mujer decía que parecía una enfermedad bipolar. Por momentos me sentía fatal y de pronto con hambre, con fuerza y con ánimo. Sentía algo en mi interior que no puedo expresar pero era algo así como "no estoy bien". No presenté fiebre, ni tos, ni falta de aire. Pero estaba tomando muchos medicamentos, apegado al cien por ciento a mi médico. Recibí antibiótico preventivo, vitamina C y zinc. Incluso tomé un protector de la llamada Tormenta de Citocinas por vía oral y estaba anticoagulado por mi medicación usual.
- Gracias a mi buena evolución, poco a poco adquirí mucha confianza y debo compartirles que hasta seguí trabajando un poco, a la distancia. A veces, la confianza disminuía porque sabía que algunas personas iban bien al principio, pero a los 6-7 días se descompensaban. Entonces, ante esa angustia, me aferraba al refugio de saber que mis signos vitales estaban bien; siempre estaba al pendiente de mis oximetrías (midiendo la oxigenación en mi dedo) de mi presión, del pulso y de mi temperatura.
- Por cierto, les comparto que al medir la oxigenación en mi dedo, descubrí que al estar acostado, los valores eran menores. Uno de los días, mi mujer insistió que nos fueramos al hospital porque mis cifras de oximetría marcaban 86%, lo cual se considera un valor asociado a mal pronóstico. Pero yo me sentía muy bien y sin dificultad para respirar. Me senté y luego me paré y el valor de oxígeno subió a 92, 93 y luego a 94%. Aprendí que no hay que confiar tanto en la tecnología y que importa también el cómo se siente el paciente.
- Al principio de la segunda semana sentí aún el cansancio y mucho sueño. Pero descansé y descansé y me sentí cada vez mejor.
- Por otro lado, les comparto que mi grupo sanguíneo es A positivo. Hay reportes que indican que q las personas con ese grupo les va mal. Sin embargo, yo me hice la prueba de control a las 2 semanas y salí negativo. Me siento por bien y ya volvi al trabajo porque me necesitan y porque hay carestía de médicos. Desde luego, con todas las precauciones que aplican.
Les comparto ahora algunos mensajes y mis aprendizaje.
- El acompañamiento de mi mujer, sus cuidados y su cariño fueron fundamentales. El vivirlo en compañía nos unió más.
- Había un miedo latente, de contagiar o de afectar a los demas. Un miedo real de contagiar a las niñas, pero afortundamante ellas estuvieron bien y siguen bien. Un miedo de contagiar a todos aquellos con quien había interactuado, incluyendo a mis padres, que son adultos mayores y a mi querido hijo verdu. Pero, afortunadamente, también siguieron bien y siguen bien. Eso me transmitió confianza y cada día más confianza.
- Agregué a mi terapia mucho diálogo conmigo mismo, pensando en que me cuidaba, comía bién y hacía ejercicio. Era como descubrir que estar preparado, ayuda y explica mi resultado.
- Comí sano, a mis horas, sin dejarme llevar por la inapetencia.
- Me activé y seguí haciendo mi caminata, mi bicicleta, mi ejercicio. Me decía, "no te postres, mantente ocupado, muévete".
- Además siempre tomé todos los medicamentos que recomendó el médico. Aunque comprendo que hay mucha polémica sobre las opciones terapéuticas, yo me apegué al protocolo terapeútico que se me indicó, al cien por ciento. Además, los inicié de manera temprana, no me esperé a complicarme para luego tomarlos. También seguí tomando mis medicamentos habituales, con el fin de mantener mis co-morbilidades bien controladas.
Finalmente, considero que una actitud mental optimista fue fundamental. Recuerdo que nos enseñaron desde la carrera de Medicina que si creo que voy a mejorar, sin duda será más útil que elegir la opción de empeorar. Entiendo que cada persona es diferente, pero yo agradezco a Dios y a la ciencia que estoy bien.
Ahora les comparto algunas reflexiones finales como médico y como funcionario en salud:
- Conozco que del total de afectados, suele mencionarse que un 80% se manejan como pacientes ambulatorios, y un 20% como hospitalizados; tal vez hasta un 6% requeriran ser intubados. No me queda duda que yo pertenezco al grupo ambulatorio y de evolución favorable.
- Pero es importante tener en cuenta que muchas veces las estadísticas cambian y vemos escenarios más alarmantes en algunos estados, con mayores requerimientos de manejo hospitalario. Los números y las estadísticas cambian constantemente y por ello debe tomarse decisiones para cada escenario.
- Es importante tener en mente que de acuerdo a las estadísticas de algunos estados, hasta un 43% de los afectados son trabajadores de la salud (sumando médicos, enfermeras, flebotomistas, técnicos, afanadoras). Por ello, debe evitarse el agotamiento, la mala alimentación y la ausencia del auto-cuidado en salud. Evitar los extremos.
- Debemos no tanto preocuparnos, sino ocuparnos, ser responsables de nuestro núcleo de acción, solidarizarnos con los médicos de primer contacto, incluyendo a los del sector privado. Apoyar y capacitar a los médicos jóvenes que atienden en farmacias privadas, porque ellos tomas muchas decisiones en las fases tempranas que pueden ser fundamentales para la evolución de cada paciente.
- El reto de la infección de COVID-19, no es de instalaciones médicas o de insumos, sino de recursos humanos. Por ello, se requiere un justo equilibrio entre el amor y la dedicación a la salud por un lado y la protección laboral y la ética profesional por el otro lado. Tal vez el verdadero reto sea transformar lo sofisticado en algo simplificado.