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miércoles, 24 abril 2024
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Vida y salud del emperador Adriano

 

Su hígado, su corazón y el veneno de sus enemigos


Un espíritu apasionante vio la luz en tierras ibéricas y domino al mundo desde Roma. Adriano se distinguió no por sus dotes de sátrapa o simple gobernante, sino por su amor al arte en tiempo de guerra. Nació en Hispania, provincia Itálica, el 24 de enero del 76, en el actual municipio de Sevilla, en Andalucía. Murió en Bayas, a la edad de 62 años, junto al mar. Su padre era primo de Trajano, el emperador predecesor. Su madre, Domicia Paulina, nació en Cadiz.


Se cuenta que en su lecho de muerte escribió el siguiente poema, que forma parte de la Alejandriada:

Animula, vagula, blandula

Hospes comesque corporis

Quae nunc abibis in loca

Pallidula, rigida, nudula,

Nec, ut soles, dabis iocos...

Aelius Hadrianus Imp.

Pequeña alma, blanda, errante

Huésped y amiga del cuerpo

¿Dónde morarás ahora

Pálida, rígida, desnuda

Incapaz de jugar como antes...?

Según la Enciclopedia Europea Hispano Americana, fue Adriano un emperador en el que aparecen en confusa mezcla grandes virtudes y grandes vicios. Su inteligencia debía ser poderosa; le bastaba leer una sola vez un libro para saberlo de memoria, dictaba a un tiempo varias cartas, conocía como el que más la gramática, la filosofía, las matemáticas, era músico y pintor, compuso obras en prosa y verso tales como el poema Alejandriada y algunos discursos sobre la gramática y el arte de la guerra. Si bien durante sus primeros años de juventud Adriano se sintió especialmente atraído por la medicina, debió renunciar a una de sus máximas vocaciones para dedicarse a la política, y así fue que se mantuvo en el trono de Roma hasta el año 138, cuando la muerte le arrebató el último suspiro.

La historia nos indica que fue durante su mandato que el Imperio Romano logró conseguir su mayor extensión territorial, precisamente en el año 125, a través de una política antimilitarista, que logró llevar la paz y la prosperidad a Roma. Como consecuencia de su estrategia basada en la defensa a través de la paz y la exaltación de la cultura.Durante la mayor parte de su mandato Adriano debió soportar y enfrentar el desprecio de la clase militar, incluso resistir ante complots que buscaban destituirlo de sus funciones como emperador.

Uno de los aspectos en los cuales Adriano intentó mejorar al Imperio fue a través de la cultura, y su gran admiración por el arte hizo posible que las más novedosas corrientes artísticas hallaran su lugar de expresión por todo el territorio itálico. Durante su mandato, Adriano se ocupó de edificar bibliotecas, acueductos, termas, teatros, erigir monumentos, fundar ciudades y construir fortificaciones que elevaron el poder y el espíritu de Roma y sus ciudadanos. Fue precisamente Adriano el responsable de la reconstrucción del Panteón de Agripa, uno de los estandartes arquitectónicos de la época, o bien el templo Olympeion dedicado a Zeus en Atenas, y su mausoleo (actualmente el castillo de Sant "Angelo), sirviendo como fruto de inspiración para una larga lista de arquitectos renacentistas y barrocos.

Lamentablemente, Adriano comenzó a padecer de disnea (dificultad para respirar), un síntoma de su insuficiencia cardiaca, una dilatada enfermedad que en varias oportunidades lo tentó al suicidio y que con el paso el tiempo, lo sorprendió, sin dudas, sin haber logrado cumplir por completo la misión que se había propuesto.

En la nóvela de enfoque autobiográfica de Marguerite Yourcenar, Adriano recrea su apasionado amor por la vida, su continua reflexión filosófica sobre las vanidades, excesos y abusos del ser humano. Incluye también su fugaz pasión por Antinoo, un joven esclavo, de belleza desbordante que se suicidó de amor, arrojándose al Nilo, para permitir a Adriano prolongar su vida, un sacrificio sugerido por los hados. Adriano, hombre culto que supo rodearse de artistas, poetas, filósofos y eruditos. Sin duda, un amante real de las artes a juzgar por una de sus fulgurantes frases: “Mis primeras patrias fueron los libros”.

En esta magistral obra, escrita como una epístola nada menos que a su sucesor Marco Aurelio (originalmente Marco Annio Vero), se describe la aparición de una “hidropesía” (líquido en el vientre) que frecuentemente aqueja a los pacientes con cirrosis. Además sufría de edema (líiquido en las piernas) y una frase define mejor su sufrimiento:"mis piernas hinchadas ya no me sostienen durante las largas ceremonias romanas; me sofoco; y apenas tengo sesenta años". De hecho, su médico Hermógenes le recomienda disminuir su exceso de alcohol.


Mientras que Adriano asume “el perfil de su muerte” y “la intrusa avanza” se dedica a contarle su vida al sobrino que habrá de sucederle: nada menos que a Marco Aurelio. Dice que “prefiere la verdad al engaño, porque la primera sana y el segundo es tóxico”. Finalmente, saluda a su alma y le pide que entre con él a la muerte, abiertos los ojos y reconciliado con sus recuerdos. He aquí el último párrafo del fascinante libro de Yourcenar (versión traducida por el gran Julio Cortázar):

Fuente:
1. Biografía de grandes personajes: extraído de http://www.e-torredebabel.com /Enciclopedia-Hispano-Americana/V1/Adriano-biografia-D-E-H-A.htm

2. Graciela Maker. http://www.portalplanetasedna.com.ar/adriano.htm

3. Yourcenar, Marguerite (1988). «Cuadernos de notas a las Memorias de Adriano». Memorias de Adriano. Ediciones Órbis.; Barcelona. Página 241.